«Y los frutos del espíritu divino, producidos en la vida de los mortales nacidos del espíritu y que conocen a
Dios, son: servicio amoroso, consagración desinteresada, lealtad valiente, equidad sincera, honradez iluminada,
esperanza imperecedera, confianza fiel, ministerio misericordioso, bondad inagotable, tolerancia indulgente y paz
duradera.»