Imaginad la sorpresa de estos doce hombres, que se habían negado tan recientemente a lavarse los pies
unos a otros... cuando le vieron rodear el extremo libre de la mesa hasta llegar al asiento más bajo del festín, donde
Simón Pedro estaba recostado, y arrodillándose como si fuera un criado, se preparó para lavar los pies de Simón.