Las únicas palabras de Jesús mientras lo clavaban en el travesaño fueron: «Padre, perdónalos porque no
saben lo que hacen.» No podría haber intercedido con tanto amor y misericordia a favor de sus verdugos, si estos
pensamientos de devoción afectuosa no hubieran sido el móvil principal de toda su vida de servicio desinteresado.